Al leer la reciente crónica del colega y amigo Edwin Sarmiento sobre la Tertulia del “Chivo”, me vino a la memoria el día que lo conocí antes de una conferencia de prensa de las Empresas Eléctricas Asociadas, en sus oficinas de la segunda cuadra del Jr. Lima.
Al oír que un colega al darle la mano le dijo: “Hola chivo” me atreví a preguntarle: ¿Eres de Usquil? Humberto me miró de arriba abajo y esbozando una sonrisa me respondió:
- ¿Por qué me preguntas, conoces Usquil?
- No conozco, pero en mi tierra a todos los usquilanos les dicen chivos…
- Sí pues, así nos dicen; y tú ¿de dónde eres?
- Soy de Cachicadán, muy cerca de Santiago de Chuco.
- Ah, entonces tú eres sapo, porque mi papá me dijo una vez que en tu tierra abundan los sapos, ja,ja,ja. Nos reímos los dos y el “Chivo”, tan noble, tranquilo y buena gente como era me dio un abrazo y me dijo: “Somos liberteños y desde ahora, colegas y amigos”.
Pasaron los años y nos encontrábamos de vez en cuando en las comisiones de trabajo o en la Federación de Periodistas del Perú y nuestra relación se fue estrechando cada vez más y un viernes en la tarde coincidimos en Palacio de Gobierno en un habitual consejo de ministros.
La pluma del “Chivo” era inigualable. Siempre estaba en el núcleo de la noticia.
A veces los ministros salían uno por uno en lapsos de cinco o diez minutos, pero también, salían dos a la vez y entonces, los reporteros nos dividíamos para entrevistarlos y luego intercambiábamos notas. Una de estas últimas veces, Humberto estaba en un grupo y yo en otro y a él se le acabó el papel para anotar y nadie le quiso dar para no distraerse y perder las declaraciones del ministro.
Entonces ví que el “Chivo” sacó de su bolsillo una cajita de fósforos, botó los cerillos y comenzó a anotar en las partes blancas, tanto de la cajita como de la tapa y me dijo que me llamaría más tarde para que le pasara datos del ministro que yo entrevistaba. Así ocurrió.
Al día siguiente y por pura curiosidad periodística, lo primero que hice fue leer La Prensa para leer lo que había escrito el “Chivo” de sus anotaciones en la caja de fósforos y me sorprendí al ver que contenía más datos que los que me pasó el colega de La Crónica, con quien intercambiamos en aquella oportunidad.
Supongo que completó su trabajo preguntando a otros colegas y nadie se podía negar porque el “Chivo” Castillo Anselmi, era sin duda alguna, el reportero más querido y estimado en el gremio durante los últimos 40 años del siglo pasado.
Yo fui uno de sus “hinchas” y por eso, en mi libro de texto universitario MANUAL DE PERIODISMO MODERNO (pág. 142) he incluido su crónica sobre la visita de Pérez de Cuéllar a Villa El Salvador, publicada en La República el 23 de enero de 1992, como modelo, junto con otras de García Márquez, de Manuel Jesús Orbegozo y del maestro Guillermo Cortez Núñez, el entrañable “Cuatacho”.