La mañana del 26 de Enero de 1983, en Lima el verano se mostraba cálido y apacible, mientras a 564 km de la capital, específicamente, en Ayacucho, era temporada de invierno y la temperatura oscilada entre 25º por la mañana a -2º en la noche. Esa tarde luego de almorzar, 19 niños aprovecharon para ponerse a jugar. Trece de ellos lo hacían en Lima y seis en Ayacucho. Todos eran muy pequeños y todos lucían alegres y contentos.

Mientras sus madres, entre afanosas y preocupadas, se apuraban en culminar las labores caseras para luego, tratar de averiguar sobre el paradero de sus esposos, -periodistas ellos-, que habían partido en la madrugada de ese día hacia la zona de Huaychao. La ansiedad y nerviosismo que en ese momento reflejaban sus rostros, aumentaban conforme avanzaban las horas y no contar con noticia alguna de ellos.

“La verdad es que desde que partieron hacia Huamanga las comunicaciones eran escasas y cortas y eso hizo que temiéramos lo peor” recuerda la señora Gloría Trelles (+), madre de Jorge Luis Mendívil. “Cuando el párroco de la Iglesia de la urbanización Salamanca, donde Jorge Luis era asiduo, llegó hasta la puerta de mi casa y me abrazó, se confirmaron mis temores. Ambos nos abrazamos y lloramos”, rememora. Por su parte la señora Alcira Velásquez, esposa de Jorge Sedano, señaló que hasta ahora lleva grabado en su mente el sueño que tuvo en la víspera de la tragedia “Jorge se apareció para pedirme perdón por el dolor que me causaría su muerte y le rogó que en adelante solo pensara en nuestros hijos”.

Dramas después de la tragedia

Luego de conocido el asesinato de los periodistas, las esposas y madres de los colegas empezaron a vivir sus propios dramas. “Yo me quedé con seis hijos, los últimos de apenas 10 y 8 añitos, recuerda doña Alcira Velásquez, quién sin dudar un momento cogió la máquina de coser y empezó a hacer trabajos para las vecinas y amigas. Por su calidad y puntualidad, sus trabajos tuvieron mucha acogida. “Felizmente que para esta tarea conté con la ayuda de mis hijos mayores”, dice. Con los ojos vidriosos, doña Alcira no duda en afirmar que a pesar del tiempo transcurrido, todos extrañamos el cariño de Jorge y sus bromas”. Por su parte doña Gilma Torres, madre de Willy Retto, hoy postrada en una silla de ruedas debido a una dolencia que le impide movilizarse, pero no le impide recordar al hijo ausente, enfatiza: “Mi hijo llevaba el periodismo en sus venas y por eso hasta el último momento de su vida siguió tomando fotos”, dice orgullosa. Doña Gilma se refiere a las fotografías captadas por Willy mientras eran amenazados y luego masacrados y que quedó como testimonio de un hecho sangriento que conmovió al periodismo del Perú y del mundo.

La situación de Eudosia Reynoso, viuda del colega ayacuchano, Félix Gavilán, fue de las más penosas. Ella quedó sola con tres hijos de 6, 4 y dos añitos, para los que tuvo que trabajar denodadamente preparando comida que luego vendería a los trabajadores de las fábricas cercanas a su casa de la ciudad satélite Santa Rosa del Callao.

“Fue muy duro convertirme en padre y madre y a la vez trasladarme de mi tierra natal hacia la capital con tres niños pequeños. Como sabes, continúa, yo radicaba en Ayacucho cuando me enteré de la muerte de mi esposo y sus colegas periodistas. Pero hasta ese momento las noticias eran confusas. Había muchas versiones. Sin embargo, la noche del 29 de enero -lo recuerdo bien-, se acercó a mi casa un joven, desconocido hasta ese momento, llamado José Argumedo para contarme todo lo que le dijeron su mamá, su hermana y su cuñada: que los militares los habían masacrado”.

En ese sentido Eudosia Reynoso, asegura con convicción que los que mataron a su esposo y sus compañeros fueron los infantes de Marina que estaban acantonados en Huanta. “Todos lo saben, pero prefieren callar, no entiendo porque motivos arguyen eso de la confusión, que es una gran falsedad como lo demuestran las fotos de Willy Retto. No hay que olvidar que de los ocho periodistas había cuatro quechua hablantes y que, además, el guía era muy conocido en la zona. Todas las versiones en sentido contrario son mentirosas”, finalizó.

En la misma línea Alcira Velásquez señala estar convencida de que fueron los militares los autores de la muerte de los periodistas. A su turno doña Gloria Trelles señalaba que de acuerdo al protocolo de autopsia de los periodistas todos presentaban golpes en el cráneo hechos con cacha de una bayoneta: De la Piniella tenía destrozada la mandíbula. Nosotras creemos que 38 años son suficientes para acercarnos a la verdad. Cada año nos hacemos más viejas y apenas podemos movilizarnos para asistir a los homenajes. Pensamos que el mejor homenaje será saber la verdad ¿por qué tanto miedo? Decía antes de que la muerte apagara su voz.

Los niños de ayer, hoy

38 años después, aquellos niños que el 26 de Enero de 1983 jugaban despreocupadamente sin imaginar que la tragedia rondaba sus hogares, se hicieron mayores y en base a sus esfuerzos y el apoyo de sus madres, o abuelos, forjaron sus propios destinos. Gonzalo y Pamela son los hijos de Eduardo De la Piniella. Ambos están casados y tienen hijos. Cristina Sánchez, Juana, Verónika y María Elena Sánchez, son hijas del reportero gráfico Pedro Sánchez. Ive, Lidia y Joel son hijos del periodista ayacuchano Félix Gavilán. Javier García Auccasi es hijo del fotógrafo Amador García.Alicia Retto, periodista y conocida conductora de un noticiero televisivo es hija de Willy Retto.

Carlos Infante, que fue decano del Colegio de Periodistas de Ayacucho, es hijo de Octavio Infante. Finalmente, Jorge, Marco, Dennis, Elcira, Romy y Juan Carlos Sedano Velásquez, son hijos de Jorge Sedano. De ellos “Coco”, Juan Carlos, y Dennis son periodistas. Y por si fuera poco, Marco Antonio, hijo de Dennis y nieto de Jorge Sedano, estudia periodismo en la USIL.

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