Así como para los comicios de noviembre del 2020 el mundo se mantiene atento a Estados Unidos por los debates presidenciales entre Donald Trump y Joseph Biden, para las elecciones de noviembre del 2008 la mirada estuvo puesta en Barack Obama y John McCain. Hace 12 años, el 15 de octubre, el tercer debate se desarrolló en Hofstra, prestigiosa universidad ubicada en Long Island, Hempstead, New York, y tuve la oportunidad de ser el único periodista del Perú convocado por la prensa de ese país para cubrir in situ las propuestas de Gobierno de los candidatos de los republicanos y los demócratas. En total, fuimos 27 los periodistas convocados de diversos continentes (ver cuadro). Otras tres mil personas también estuvieron acreditadas por sus medios de comunicación para la cobertura de este evento en el territorio de una de las potencias más influyentes del orbe.
En el 2008 yo escribía en las páginas de Política del diario “El Comercio” y en octubre de ese año me dirigí del centro de Lima al centro de la política mundial gracias a la convocatoria que recibí del Centro de Prensa Extranjera de Washington, ciudad en la que se encuentra la Casa Blanca y el Capitolio. La invitación se me alcanzó a través de una carta y fue una oportunidad de regresar a New York tras el desastre ocasionado por el atentado terrorista a las Torres Gemelas.
La convocatoria me fue transmitida por la Embajada de los Estados Unidos en el Perú, la cual llegó a iniciativa de los colegas periodistas del Centro de Prensa Extranjera de Washington, entidad organizadora del “Tour del Debate Presidencial”. Mis despachos noticiosos los coordiné con Ronny Isla y Herbert Holguín, ambos grandes periodistas de la versión digital del diario “El Comercio”.
El debate de ese 15 de octubre fue en el auditorio de dicha universidad a la que Obama y McCain llegaron por la noche mientras nosotros ya estábamos ubicados en los ambientes contiguos premunidos solo de la credencial, libreta, grabadora digital y laptop. Habíamos llegado temprano al encuentro.
Desde el Centro de Prensa instalado en dicha universidad cubrimos el evento mientras millones de personas lo veían en vivo por televisión e Internet. Envié algunos despachos desde el epicentro de la noticia. Fue grato comprobar el orden y la pulcritud con que se llevó a cabo dicho acontecimiento. El respeto profesional, el compañerismo y la adrenalina fluyeron a raudales en esa jornada.
En los días siguientes, junto a los colegas del Centro de Prensa Extranjera de Washington, fuimos a Pennsilvania y entrevistamos, en sus locales partidarios, a congresistas republicanos y demócratas y a los integrantes de los equipos de campaña de ambos candidatos. También a algunos gobernadores. Tomamos la radiografía de la política de los Estados Unidos a través de sus propios representantes en total libertad de información, expresión y opinión. Fue un hecho histórico que quedó registrado a nivel mundial y aquí, por primera vez, lo hacemos público a través de este testimonio.
Guardo aún, doce años después, las transcripciones de ese debate en el que los candidatos ofrecieron recomponer la situación de su país. Anunciaron que primero iban a usar el hacha y luego el bisturí para solucionar la crisis financiera, de salud, de vivienda y de energía que atravesaban, medidas que, supuestamente, tendrían impacto en la economía de otros países, según la interdependencia de cada cual.
Ese día, en Hofstra, una de las noticias que salió y dio la vuelta al mundo fue aquella que pronunció McCain: “Yo no soy Bush”, en abierta discrepancia con el manejo de la política nacional e internacional del entonces presidente republicano que gobernó ese país por dos periodos consecutivos. El calibre de ese reproche público al mandatario y colega partidario resultó inédito en la política.
A Bush le había tocado en el 2001 enfrentar el ataque terrorista a las Torres Gemelas, acabar ese año con los talibanes, en el 2003 armar una coalición de países e invadir Irak en busca de armas masivas bacteriológicas y químicas, así como la censura internacional por las denuncias de la ocupación y la tortura y, en el frente interno, por la crisis económica acumulada de EE.UU.
En el 2003 el primer coronavirus había matado a cerca de mil personas e infectado a 8 mil en 30 países, además de causar unos 40 mil millones de pérdidas a la economía mundial, sin contar las crisis generadas por otras causas. En este 2020, el segundo coronavirus, el temible SARS-Cov2, lleva en su cuenta más de un millón de muertes y más de 37 millones de contagiados. El país más afectado es Estados Unidos, con más de 7,7 millones de contagios y más de 214.000 fallecimientos.
Esa noche, durante el tercer debate de 2008, Obama confesó al mundo lo que pasaba en EE.UU.: “estamos experimentando la peor crisis financiera desde la Gran Depresión”. McCain graficó la gravedad del asunto, diciendo: “las empresas en EE.UU. están pagando la segunda tasa impositiva más alta de cualquier parte del mundo, que es del 35%”.
El demócrata Obama llegó al cargo, gobernó dos periodos consecutivos. El ex senador republicano McCain falleció en el 2018.