El presente año de 2020 ha sido tremendamente luctuoso para La Tertulia del Chivo. ·En mayo perdimos al gran deportista y periodista Raúl Dreyfus; en julio al eximio poeta Reynaldo Naranjo, y hoy nos asalta nuevamente la muerte, sustrayéndonos a otro grande del periodismo escrito, radial y de la televisión, Pedro Arévalo Velásquez. No puede ser más cruel la labor de zapa de la parca contra nosotros.

Pedro se alejó del Perú hace diez años dándole un giro total a su vida. Como era su costumbre, tomó un desafió fuera del país, dejando aquí su quehacer exitoso y, casi con nada, cogió el camino del inmigrante, rumbo a los Estados Unidos. Nunca dijo por qué escogió Houston, Texas. Tal vez porque era el lugar más hosco y hostil para triunfar.

Al principio sacó una hoja periodística en español que luego se convirtió en un periódico semanal, bilingüe, “Perú News”. El estilo de pelea y denuncia que ya le había dado buen éxito en el Perú, lo replicó allá, sobre todo para sacar a la luz los abusos cometidos contra peruanos que se enfrentan a la incuria consular y a la modorra diplomática.

Pronto le quedó pequeño el círculo laboral que se había formado y resolvió ganar espacio como empresario. Contaba, al respecto, que Estados Unidos es el país de las oportunidades; de modo que ubicada una o varias de esas ocasiones, solo tenía que dedicarse a explotarlas. La última de sus empresas tuvo que ver con la industria de la refrigeración.

Su éxito como periodista nace en su Región natal, San Martín. Destacó rápido en la radio local. Su espíritu valiente y empeñoso le dio pase al ancho espacio nacional como corresponsal de RPP. Decidió probar su fibra y vino a Lima a encontrar el estrellato como reportero radial; de donde dio el salto a la televisión, en Frecuencia Latina, en la época del terrorismo donde puso su cabeza a precio.

Y desde hace cinco años, tomó contacto con La Tertulia. Aquí encontró el lugar muy apropiado para volcar la devoción que sentía por el magistral periodista que es nuestro referente, Humberto Castillo Anselmi, El Chivo. Fue de los que más sintió el golpe aciago causado por la desaparición del notable reportero trujillano fallecido en agosto del año pasado.

En todo este tiempo, hasta el pasado 4 de diciembre, fue de los primeros en entrar a las sesiones bisemanales, trayendo su voz seca, gutural y sonora. Casi siempre se le veía manejando su vehículo hasta llegar p0resuroso a su domicilio en que pasaba a conectarse con Lima a través de la computadora.

En la tercera semana de noviembre, nos dio el fogonazo del mal que acababa de contraer, el Coronavirus. Lo que más le preocupaba es que aquella peste china había hecho presa también de su esposa e hija.

Siguió con nosotros narrando a pocos, con voz que parecía cansada después de subir a pie hasta la cuesta de un cerro alto. Se le veía provisto de la coraza que significaba el empeño de aceptar el cruel desafío del COVID. Nos contaba que tenía la seguridad de vencer al maligno enemigo.

El viernes 4 pasado fue la última vez que le vimos en la pantalla. No quería perderse las dos horas de la magistral charla que sostuvimos con el poeta, escritor y maestro Marco Martos, presidente de la Academia Peruana de la Lengua.

Cuando terminó la sesión, fue el último en despedirse. Estaba ansioso por comunicarnos que su esposa e hija, salieron del peligro y ya gozaban del calor hogareño. Sus palabras postreras fueron para anunciar que enseguida él se hospitalizaría.

Todos confiaban en su recia estampa física para sumar la victoria; pero hubo un factor ignorado: de niño había sufrido una pulmonía que, medio siglo después, devastó sus defensas.

Sus pergaminos, cosechados a pulso en el oficio, acreditan que nuestro gremio ha perdido un excelente profesional. Todos le añorarán por esas dotes de sencillez y hasta de candorosidad de las queridas gentes del trópico amazónico. Su muerte ha instalado en La Tertulia un tremendo dolor. A la adversidad le oponemos la resignación; al lado oscuro, la luz de nuestra fe; a la pequeñez del misterio, la inmensidad de la esperanza. Pedro está ahora al lado de Dios.

Hasta luego, Pedro. Es Justo.

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