Teófilo Caso es un viejo reportero de madera antigua. De esos que antaño trotaban calles buscando la noticia y no paraban hasta encontrarla. En 1973 él fue la noticia no sólo en el Perú, sino internacionalmente.
Logró la hazaña que ningún otro periodista pudo conseguir: entrevistar a la señora Hortensia “Tencha” Bussi, viuda del presidente chileno Salvador Allende, a quien el general Augusto Pinochet había obligado a inmolarse, disparándose un tiro en momentos que bombardeaban Palacio de Gobierno. Para lograr su cometido, Caso logró infiltrarse en el avión en que viajaba “Tencha” y medio centenar de exilados entre chilenos, cubanos y mexicanos. El avión había hecho escala en el aeropuerto de Lima, rumbo a México. Luego que el avión fuera abastecido, éste levantó vuelo con Teoca incluído, quien llevaba en el bolsillo solo 15 soles con 60 centavos, más o menos unos cinco dólares de la época. No tenía pasaporte, menos salvoconducto ni otros documentos que, en situaciones normales, le habrían exigido.
Teófilo Caso, a quien sus amigos llamamos “Teoca”, cubría turno en el diario Correo de cuatro de la tarde a 12 de la noche. Se encargaba, entre otras cosas, de echarle una última miraba a los cables que llegaban de las agencias a través del teletipo. La noche del 15 de setiembre, la agencia ANSA se demoraba en cerrar su despacho, hasta que, pasada las doce de la noche, envió este escueto mensaje: URGENTE. Un avión de Aeroméxico, enviado por el Presidente de ese país, Luis Echevarría, acaba de despegar del aeropuerto de Pudahuel con destino a México. Lleva 66 exiliados, entre ellos la viuda del Presidente Allende. Hará escala de reabastecimiento en Antofagasta, Lima y Panamá.
Los periodistas de Correo, celebraban, esa noche, un aniversario más de la empresa y se hallaban alegres bailando en el local de la Federación de Periodistas del Perú. Teoca se sumó a ellos. Cogió unos tamales, se despachó unos pisco sours, dio cuenta de unas chelas, pero tenía en la cabeza el mensaje de ANSA que no lo dejaba bailar con libertad. Entonces, se retiró de madrugada y se dirigió, por su cuenta, al aeropuerto a esperar el avión de la viuda de Allende. Un enjambre de periodistas nacionales y extranjeros hacían guardia esperando a la señora Allende, cuando llegó Teoca un poco alegrón y dispuesto a todo.
Mientras la seguridad del avión ayudaba al embajador mexicano a ponerse a buen recaudo del acoso de los periodistas, Teoca aprovechó esos segundos para escabullirse y, cual guardaespaldas, subir a grandes trancos la escalera y no parar hasta quedarse sentado en la penúltima fila del avión y quedarse dormido, casi de inmediato. Cuando el reportero despertó, el avión sobrevolaba ya cielo panameño y se hallaba a pocas horas de su destino. Teoca ubicó a la señora Allende sentada en primera fila, junto a la ventanilla. Se le acercó, sigiloso, la saludó y le dijo que era periodista, la llenó de halagos y dijo que la admiraba, como admiró al presidente Allende y cosas así, para pedirle que le aceptara una entrevista. Esa sería la entrevista del año, la exclusiva que le arrancó de los labios de Tencha en pleno vuelo. Allí la viuda de Allende le contó a Teoca que su esposo prefirió inmolarse, porque tenía información que “los golpistas querían capturarlo vivo para humillarlo, paseándolo desnudo y esposado por la Alameda Bernardo O`Higgins, una de las principales de la capital chilena”, tal como se lo contó Teoca al periodista Edgardo de Noriega.
La entrevista del reportero se publicó al día siguiente en el diario Correo, con gran despliegue, como se merecía. Los dueños del medio decidieron que Teoca se quede diez días más en México, en el mejor hotel del país azteca, con todo pagado y bar libre, desde luego. A su retorno fue recibido en el aeropuerto en hombros de sus colegas y declarado después el “periodista del año”, además de otros reconocimientos de la FPP, del municipio limeño y del gobierno del general Velasco Alvarado. Poco más y es declarado héroe nacional. Nacía así la leyenda de este reportero.