Me considero un periodista privilegiado. No tengo dinero, pero vengo de una generación muy rica. Los años 70 y después 80 fueron para los muchachos de mi época alucinantes, llenos de sueños y de mucha lectura. Nos juntábamos en grupos, en casas de amigos dispuestos a cambiar el mundo con nuestras ideas. Compartíamos lecturas, teníamos referentes en el arte, la cultura y la política. Estudiábamos a Mariátegui, sin perderle de vista a Marx, Mao, el Ché y Sartre. Pensábamos diferente unos y otros, nos enfrascábamos en debates que nunca terminaban y sólo llegaban al final por cansancio, Y cantábamos música latinoamericana, empezando y terminando con la de protesta, por si las moscas. Los estudiantes, en otras latitudes, eran activistas por el cambio, quemaban muñecos de papel, levantaban barricadas, se enfrentaban a la policía bajo el grito de libertad, igualdad y justicia social, todo ello resumido en la palabra revolución. Aquí también, en el Perú. Por esas épocas nació mi manía de coleccionar libros y revistas que valieran la pena. No había librería ni había huarique de libros y revistas usados que no visitara y llegara a mi pensión con números de colección, bajo el brazo. Con el tiempo mi vida se convirtió en un ir y venir de aquí para allá en las ciudades que me tocó vivir. Mis libros y revistas permanecieron, sin embargo, anclados en algún lugar, muy lejos del olvido. Siempre que podía engordaba las rumas de libros que crecían de tamaño, del piso para arriba. Ahora permanecen, espero que para siempre, ordenados en la biblioteca, que es el único territorio libre de mi casa, como yo les digo a mis hijos, soportando, a pie firme, sus miradas de sorpresa que me dicen sin decirlo que soy hombre de siglo pasado, porque, viejo, sabrás que todo lo que miran tus ojos (tus libros y revistas) se encuentra almacenado en la nube y sólo tienes que hacer click para descargarlo, ¿manyas?

Tengo la colección completa de la revista Marka, de actualidad y análisis, que apareció el 1° de mayo de 1975. Humberto Damonte y Jorge Flores, junto con Carlos Malpica, Ricardo Letts y Juan Gargurevich, entre otros, la pusieron en circulación. Fue un semanario de izquierda, una experiencia inédita y exitosa en el quinquenio que duró, hasta dar paso al Diario de Marka, el único periódico de izquierda de los 80. La revista de diseño y formato muy ágil se convirtió, a poco de salir, en el vocero de las ideas más progresistas del país, cuyos periodistas, muchos de los cuales confluyeron de las vertientes de las ciencias sociales y la poesía, fueron cronistas de lo cotidiano que ayudaron a entender la traición del presidente Morales Bermúdez. Por esos años, las revistas que circulaban en el Perú y en América Latina eran muy buenas. Diría, de lo mejor. Nunca más encontré experiencias similares.

Eran medios de periodicidad quincenal, mensual o bimensual. Tenían mucho contenido: artículos bien escritos, ideas renovadoras, propuestas que nos permitían reflexionar. Traían tesis o estudios inéditos sobre la realidad peruana o latinoamericana o mundial. A través de esas revistas los muchachos nos enterábamos acerca de las nuevas corrientes del pensamiento literario, social, filosófico, humanístico en el mundo. Yo esperaba con avidez la revista “Crisis” que dirigía el escritor Eduardo Galeano y se publicaba en la Argentina. Era una revista completa de ideas, artes y letras. También coleccionaba los números de “Debate”, revista peruana que dirigía el economista Felipe Ortiz de Zevallos, del grupo Apoyo. O “La Revista” que dirigían, al alimón, Julio Cotler y Luis Pásara, quienes venían de la Academia peruana. Y cómo no echar de menos “Cuestión de Estado” que dirigía Rolado Ames, politólogo y maestro universitario que llegó a ser senador de la República en los 80. También están “Textual”, dirigida por el escritor Leonidas Zevallos, revista del Instituto Nacional de Cultura; “Quehacer”, revista dirigida por Henry Pease, del Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo, DESCO; “Participación”, cuyo consejo de redacción estuvo integrado por José Adolph, Carlos Delgado, Carlos Franco, Francisco Guerra García,Helan Jaworski y Hugo Neira, entregado a explicar y reivindicar, en el plano de las ideas, lo que fue la experiencia del gobierno de Juan Velasco Alvarado. Y con especial cariño, tengo que referirme a “Casa de las Américas”, revista cubana dirigida por el escritor Roberto Fernández Retamar y la revista peruana “Amaru” de la Universidad Nacional de Ingeniería, dirigida por el poeta Emilio Adolfo Westphalen. En el número 11 de esta publicación guardo las cartas que se intercambiaron en quechua José María Arguedas y Hugo Blanco, verdaderas joyas bibliográficas de mis épocas de azarosa existencia.

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