Hace 13 años se me ocurrió la idea de juntar en un restaurante limeño, a cuatro glorias del fútbol peruano, de los de antes. Aceptaron Héctor Chumpitaz, José Fernández, Lucho Reyna y Germán Leguía.
Ese día se jugaba México-Angola. Era la Copa Mundial Alemania 2006. Fue difícil reunirlos. Sólo Roberto Challe se negó luego de preguntar qué ganaba él si asistía a la reunión, porque ya andaba algo viejo para estar regalando su tiempo, a lo que respondí que ni yo mismo sabía qué ganaba al convocar a tan ilustres personalidades. La cita me permitió conocerlos mejor, entre jugada y jugada de un partido que terminó sin goles. Lucho Reyna era el mismo que anuló a Maradona en el memorable partido del 25 de junio de 1985, en las eliminatorias para el mundial del 86, mientras que Alan García estaba a solo un mes de asumir la presidencia por primera vez. Reyna, el mismo que jaloneó la camiseta del astro argentino cuantas veces le vino en gana. Y no lo dejó ni respirar. A Reyna no le interesó patear la pelota, sino evitar que el “Pelusa” lo hiciera. Y cuando una vez se le quiso escapar en el medio campo, solo atinó a jalarle del cabello, como si nada. A Leguía lo recuerdo más conceptual. Pontifica de la técnica moderna en el fútbol, mientras que Fernández le da la razón y agrega que hasta los zapatos de los jugadores son más livianos. Chumpi señala que los goles vienen, mayormente, de fuera del área. Muy bien dirigidos. Mis cuatro invitados comen y beben, mientras comentan el partido. En sus años de gloria dicen que los toques eran más personales. Las diabluras de gambeta, quiebre de cintura, huachitas calculadas y sombreaditas son sabor a pendejada eran flor de cada partido. Ahora todo eso ya era parte de la historia.
Siguen comparando: los jugadores de ese mundial son de pases largos, técnica que es pura tecnología, porque, mi querido amigo, todo ha cambiado. Hasta los zapatos son más livianos. Incluso tienen los toperoles que se pueden cambiar según el tamaño y la calidad del gramado del campo. Cuanto más cortito es el pasto, pica más la pelota y el dominio del balón resulta mejor. “Nuestras canchas son lentas, porque no estamos aún a la vanguardia como otros países”, dijo Reyna. ¿Y las chompas? También son diferentes. Las viejas glorias vistieron las de ordon que eran gruesas y pesadas, sobre todo en el verano. Ahora los jugadores se sienten más cómodos. Casi no les permiten sudar. ¿Y las medias? Eran de lana y las empapaban de sudor al toque, con lo que tenían un kilo más en el cuerpo. Sin embargo, mi querido amigo, pese a todo, el equipo peruano era alegre. Eran equipos de mis tiempos. Y los sigo escuchando, como si fuera ayer. El gran Chumpi alude a la bonanza económica de los equipos y al impresionante estado físico de sus jugadores, aunque él, en sus tiempos, chatito como era se elevaba en dos tiempos para rechazar de cabeza, en su empeño, a cualquier gigantón. Astuto, como era, el capitán de América le ponía importancia a la ubicación. Calculaba bien los centros, los cruces, se anticipaba como Dios manda a las jugadas para tranquilidad de nosotros que no llorábamos de alegría de puro machos que éramos. Me vienen estos recuerdos, ahora que veo a Orejitas, a Cuevita, al gran Guerrero hacer de las suyas, para alivio nuestro, con las gracias debidas al profesor Gareca. Soñar siempre te ayuda a vivir.
(*) Publicado en el diario Exitosa 21 de junio 2019