En algunas ocasiones el trayecto profesional de los reporteros gráficos se resume en asertos que perpetran las habilidades y experiencias que practican los hombres de la cámara durante sus años de labor.
Para el laureado fotoperiodista peruano Óscar Medrano, la fotografía puede definirse como una “vocación de mucha suerte”, pero, sobre todo, “un arte de registrar lo que otros no pueden ver”.
Nacido en 1946 en el distrito de Acos Vinchos, Ayacucho, Medrano no concibió la idea de ser reportero gráfico. Sin embargo, la vida lo orientó hasta convertirlo en un referente de los retratos instantáneos.
“Yo quería abrazar la carrera militar. Vivía alojado en la casa de una tía, hermana de mi mamá. Un día a mi tío le dije: ‘Quiero trabajar para ayudar a mis padres.’ De repente, fui a colaborar al diario El Comercio como ayudante de fotografía. Tenía 16 años y era un chico empeñoso, tanto así, que limpiaba y hacía los baños. Me fue gustando”, declaró en una entrevista.
De acuerdo con Medrano, fue el legendario fotógrafo peruano, Carlos Domínguez Hernández, quien vio en él un futuro prometedor: “Notó en mí un muchacho que podía ser útil para la fotografía. Inclusive me dijo: ‘Tú tienes ojo. Agarra las máquinas. Haz fotos”, narró el ganador del Premio Mundial de Fotografía de la United Press International (UPI).
Cuando tenía 24 años, Óscar Medrano registró la tragedia de Yungay en 1970, el terremoto de 7,9 grados en la escala de Richter que devastó todo un pueblo, llevándose hasta 70.000 vidas humanas.
En 1979, mientras se desempeñaba en la revista “Caretas”, el reportero gráfico tuvo que retornar a su natal Ayacucho para registrar el conflicto interno desatado por el terrorismo en la década de los 80.
Entre los galardones más importantes de Medrano, figuran el Premio anual de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos en el 2012 y el XVII Tumi USA Award (2012) en Miami.
Para el “reportero gráfico de mil batallas” ejercer la fotografía implica desarrollar algunas habilidades: “Hay que tener mucha paciencia. Cuando voy a una ceremonia, soy el primero en llegar y el último en salir. Estoy siempre con el visor en el ojo, listo a poder tomar las imágenes, por más violentas o rápidas que sean. Es vocación y mucha suerte… La fotografía, para mí, registra lo que otros no pueden ver”.