Víspera de la Navidad de 1940 en plena guerra mundial. En Treveris, Alemania, doce mil prisioneros franceses se disponen a pasar una nochebuena difícilmente buena, ni siquiera aceptable, ateridos y apiñados en el campo de concentración Stalag II D. 

Esta es la segunda Navidad desde que comenzó la guerra. Al igual que los combatientes franceses capturados, los guardas alemanes preferirían pasar en casa esa Weihnatchen cantando “O tannenbaum”, bebiendo ponche caliente al pie de un árbol. Esa sí sería una noche de bendición.

Pese a la tristeza, a la nostalgia, al frío, brillaba una tímida luz:  estaban por recibir como regalo inesperado la presentación de una pieza teatral breve sobre la noche del nacimiento de Cristo.  ¿El autor?  Uno de los prisioneros franceses, Jean Paul Sartre, notable aunque joven escritor ateo, comunista militante, profesor de filosofía que poco antes había publicado “El ser y la nada”.

 Llamado a filas al estallar la guerra, Sartre, entonces de 36 años, fue incorporado al ejército como oficial meteorólogo.   Al caer aplastado el ejército francés ante la arrolladora fuerza bélica alemana, él fue hecho prisionero junto con otros miles de compatriotas.

Semanas antes de la Navidad, Sartre había accedido a los ruegos de sus compañeros para que escribiera algo que mitigara  la amargura de estar lejos de casa, ignorantes del futuro.  Artífices de este convencimiento fueron algunos sacerdotes católicos, prisioneros también, con quienes Sartre hizo amistad en sus charlas durante las noches interminables del Stalag.

 El género elegido fue el drama, uno cuyo protagonista se llamaba Barioná,  judío para más señas. “Barioná, el hijo del trueno”, narra la historia del gobernador judío de Bheraut cuyo pueblo era víctima de una explotación atroz por parte de los romanos.

En su condición de autoridad judía, Barioná buscaba en vano una salida ante  la nueva e impagable alza de impuestos que los llevaría a la hambruna y a la muerte por inanición. No encontraba solución… y para evitarle a su pueblo un sufrimiento tan extremo tuvo la idea de forzar su extinción: no nacerían más niños entre los judíos de Bahrut.

En una escena de alto dramatismo, Barioná pretendió prohibir a su esposa que tuviera al niño recién concebido, cuya llegada ansiaban ambos. ¿Para que tenga que morir de hambre?  No mil veces NO. Eso creía él, al menos…

En el drama aparecen también los tres reyes magos en su peregrinaje en busca de Cristo recién nacido, para ofrecerle regalos; en el camino se toparon con un desesperado Barioná.

El propio Sartre, en actuación convincente, interpretó al rey mago Baltazar,  enfrentándose a un hosco e intratable gobernador judío que quería extinguir a su pueblo para liberarlo :

_ “… esa es tu desesperanza: rumiar el instante fugaz, mirarte el ombligo con una mirada rencorosa y estúpida, arrancar de tu tiempo el futuro …entonces ya no serás un hombre, no serás más que una piedra dura y negra en el camino”…

_“Tienes a tu alrededor  esta bella noche de tinta, esos cantos en el establo y este frío seco y duro, hermoso, implacable como la virtud y todo eso te pertenece” 

“Esta bella noche, henchida de tinieblas y fuegos que la atraviesan… te está esperando, te espera al borde del camino, tímida y tiernamente, porque Cristo ha venido para regalártela…

Lánzate hacia el cielo y serás libre…”

En el campo de Stalag, los guardas alemanes están asombrados, les parece extrañamente bello ¿habré entendido bien? se pregunta el que funge de traductor. No, un ateo no podría escribir palabras tan llenas de esperanza ni admitir la encarnación de Dios. Y comenta:

“He oído decir que Sartre es ateo  y comunista; sin embargo, en la obra sus palabras son de esperanza, cuando le dice al jefe judío “Existes en pleno corazón de Dios, en el reino de Dios, que está así en el cielo  como en la tierra”. Tal vez sea que los curas con los que se ha hecho amigo lo han convertido…parece un milagro.

La obra de Sartre fue muy bien recibida por los alemanes, algunos piensan que ella fue la razón de que lo liberaran pocos meses después por presunta mala salud, y que en total,  permaneciera menos de un año en el Stalag II D.

En la historia escrita por JPS, la esposa de Barioná ignoró la prohibición y tuvo al hijo, suceso que dio lugar a una escena de alto dramatismo, donde se impuso la esperanza.

Más adelante, Sartre renegó de “Barioná, el hijo del trueno”; tendrían que pasar varios años hasta que autorizó su publicación en 1962. Esto fue posible una vez recuperado el libreto que se había perdido en el campo de Treveris. La viuda de uno de los oficiales lo encontró y devolvió a su autor, permitiéndonos conocer su lado más humano.     

Sartre, el escritor marxista que rechazó el premio Nobel, el que exigía a Camus mayor compromiso político, no era duro de corazón según se desprende de lo que escribió más tarde Simone de Beauvoir.  Ella contó que Sartre le había comentado “seguramente tengo algún talento como autor dramático, he escrito una escena …que anuncia el nacimiento de Cristo, que ha dejado a todos sin respiración (…) incluso a algunos se le saltaban las lágrimas”

Ese fue uno de los mejores regalos de Navidad que alguien haya dado jamás.

  • Información obtenida en el blog Holocausto, fuente recomendable acerca de la comunidad hebrea y su historia.
  • Versión nueva del artículo publicado en la revista Tinta Azul, diciembre 2016.

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