Por: Octavio Huachani

“No, nada que ver”. “Yo no me veo en esa foto”. “A mí, eso nunca me va a pasar”. Son las respuestas frecuentes de muchas personas ante las imágenes de miles afectados por el COVID-19 que yacen moribundos en las puertas de hospitales colapsados por falta de camas y de respiradores mecánicos.

Este exceso de confianza u optimismo se da no solo en Perú sino también en muchos otros países donde una gran mayoría tiende a ser o demasiado optimista o muy egoísta. Una actitud que finalmente resulta peligrosa para su entorno familiar o amical.

Para esas personas resulta un acto banal e innecesario salir a la calle usando mascarilla y más aun, protector facial. “Es una ridiculez”, exclaman y, haciendo caso omiso a las recomendaciones, asisten a reuniones o fiestas donde la gran mayoría baila, liba licor y termina abrazándose sin tener en cuenta que el nuevo enemigo es un virus mortal e invisible, que acecha y ataca a todos por igual.

Una historia que suele repetirse

Desde muy joven José Luis se aficionó a la pelea de gallos. En realidad era una tradición familiar ya que su padre era famoso en el mundo gallístico. Era, además criador y conocedor de gallos de raza. Pepe Lucho, como le llamaban, siempre fue inquieto y su espíritu aventurero lo llevó a conocer varios países donde hizo amistad con otros galleros.

Ya en Lima decidió habitar la casa de sus padres. Durante la pandemia pese a una inicial resistencia, poco a poco se habituó a vivir enclaustrado en su vivienda.

Pero pasados los cien días de cuarentena y ante la flexibilidad del toque de queda recibió un mensaje de sus amigos galleros que lo invitaban a una “topada” en un coliseo familiar ubicado Pachacamac. Para la ocasión llevó a su primo Percy que vivía con sus padres ancianos.

Fue un reencuentro muy emotivo. Luego de los saludos iniciales aparecieron las cervezas y todos se quitaron las mascarillas para brindar. Hubo de todo: recuerdos, bromas y anécdotas. Ganados por la euforia decidieron tomarse una foto donde se mostraban sin mascarillas y abrazados. Así transcurrió la tarde y llegada la noche, se despidieron con un abrazo y la promesa de un próximo encuentro.

Pepe Lucho retomó su habitualidad y quehaceres. Sin embargo, semanas después se enteraría que su tío, padre de Percy, había fallecido y que su tía estaba internada en el hospital porque no podía respirar y quizás muera rodeada de máquinas. Sus otros hermanos permanecían en carpas ubicadas en las playas de estacionamiento del hospital a la espera de conseguir camas.

Sin duda nadie puede obligarte a nada. Eres libre. Nadie te dice que hacer con tu vida. Pero hay que entender que las recomendaciones tienen otro destino: tus amigos, tus familiares, tus vecinos. Es decir hay que actuar pensando en los demás y dejar el egoísmo de lado.

Sin desearlo Percy fue el portador del COVID-19 que causó un fatídico efecto dominó que diezmó a su familia.

¿Somos libres?

Mientras el presidente Martín Vizcarra daba su mensaje a la Nación, cientos de familias acudieron a diferentes lugares de Lima en busca de esparcimiento. Así el Parque de las Leyendas, el de Huachipa, los restoranes y las playas de Lima se vieron pobladas de personas que no respetaban la distancia social recomendada por expertos de todo el mundo.

Cuando el presidente Vizcarra estaba por concluir su mensaje, la Sala Situacional del Ministerio de Salud publicaba su último reporte: 5 288 infectados y 194 personas fallecidas más que el anterior.

Sin duda nadie puede obligarte a nada. Eres libre. Nadie te dice que hacer con tu vida. Pero hay que entender que las recomendaciones tienen otro destino: tus amigos, tus familiares, tus vecinos. Es decir hay que actuar pensando en los demás y dejar el egoísmo de lado.

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