Por: Justo Linares

Poco después de las 5 de la tarde del lunes 27 que acaba de pasar, la avenida de Surco aledaña a mi casa, se vio de pronto alarmada por una gran cantidad de personas que caminaban presurosas hacia sus domicilios en Villa El Salvador y San Juan de Miraflores. ¿Qué había ocurrido? Sencillamente que un camión cisterna que conducía un tanque de gas, sufrió un accidente al tratar de cruzar la vía del tren eléctrico en San Juan de Miraflores. La altura del tanque era superior a la permitida y al romperse la válvula superior de cierre del combustible, el gas empezó a fugar en forma incontenible.

Hubo pánico en la zona por el evidente peligro a una deflagración semejante a la que hubo en enero pasado en Villa El Salvador, tragedia causante de cuarenta muertes. Me cuenta el comandante Mario Casaretto, jefe departamental del cuerpo de Bomberos, que hubo necesidad de evacuar a los vecinos al lugar, residentes a diez cuadras a la redonda.

¿A qué hora ocurrió este peligroso accidente? No hay uniformidad en la respuesta. El jefe de bomberos que inmediatamente acudió al lugar, dijo que fue a las 3 de la tarde. A su vez, un vecino citó: “las 3:15 pm”. Entrevistada la alcaldesa María Cristina Nina, de San Juan de Miraflores, afirmó que “fue hace poco más o menos hace una hora”. El reloj del canal que trasmitía la escena señalaba en el momento de sus declaraciones, las 5:10 pm.

Hubo un instante que parecía que todo estaba perdido. Fue cuando un funcionario del tren eléctrico se acercó al lugar del siniestro, la esquina del movimiento, crucero de la avenidas de los Héroes y Antonio Buckingham. Estaba horrorizado, pues encima del camión cisterna hay una centralita de energía eléctrica capaz de despedir chispas.

De inmediato la orden fue lanzada: “Corten todo el servicio del tren”. Los vagones procedentes de Villa El Salvador terminaron su servicio en la estación de Villa María, en tanto que los que originaban su marcha en San Juan de Lurigancho paralizaron su ruta en la Estación Los Cabitos del óvalo Higuereta.

Todos los pasajeros afectados comprendieron la situación y no les quedó más remedio que caminar rumbo a sus destinos, tratando de evitar la zona de exclusión que estaba acordonada por la policía. Hay que añadir a esta pensión, la cercanía de la hora del toque de queda, nueve de la noche.

En el curso de la entrevista, la alcaldesa hizo un llamado a la empresa Repsol para que acudiera al lugar a contribuir a aplacar la amenaza del siniestro. A poco llegó otro camión que hizo maniobras y se colocó exactamente al costado de la cisterna accidentada. Eran cerca de las siete de la noche cuando empezó el trasiego del combustible de una a otra cisterna. Para entonces, según cálculos de los entendidos, se habían esparcido en el ambiente, mil 500 de los seis mil galones que conducía “el camión del puente”.

A eso de las 8 de la noche, los reporteros de televisión que continuaban en el lugar, vieron con preocupación que en determinados lugares había una especie de hornos por donde escapaban lenguas de fuego. La gente gritaba que los bomberos acudieran a apagarlas por temor a la deflagración. No hubo peligro alguno, dice el comandante Casaretto. Se trataba de la quema, controlada por los bomberos, del “gas remanente” con el fin de disiparlo rápido del ambiente”.

Después de haberlo visto casi todo, me desconecté del asunto y me dediqué a ver los programas de televisión de contenido político. Por supuesto que me quedó la sensación de haber visto el preludio de una inmensa tragedia. Felizmente la situación de riesgo mayúsculo fue dominada por los valientes bomberos. A la una de la madrugada del “feliz 28” se declaró superada la emergencia que duró diez horas, y los vecinos residentes pudieron volver confiados a sus hogares.

A la media noche busqué cama y, también confiado en la experiencia de épocas pasadas, me dije “más tarde leo el final feliz en los periódicos”.

A eso de las 8 de la mañana del martes 28, me llegaron “El Comercio” (edición 90.862) y “La República” (edición 14.085); pero en ninguna de las 20 páginas del decano, ni de las 24 páginas del otro, se consignó..…¡ni una sola línea de este suceso…repito, ni siquiera media línea!

Para esos periódicos, nada pasó, nada pasó. Eso me recordó que antiguamente se decía que “si tu te mueres y no sale tu defunción en El Comercio, entonces no te has muerto”. Lamentablemente no he podido salir de mi casa por mi avanzadísima edad para ir y constatar en el lugar de la casi-tragedia, si esas escenas que vi por televisión han sido ciertas o son imágenes inventadas para paliar en algo las terribles consecuencias de la peste china.

Viví otra época del periodismo en donde publicar una noticia que dejara satisfecho al lector, era una pasión, una obligación ineludible, inexcusable. En las viejas redacciones eso era “tener vergüenza torera”. A eso habría que añadir que las nutridas ediciones del 28, preñadas de contenido patriótico, eran propias de orgullosa colección.

Ya no había nada que hacer. El principal insumo noticioso que iba a aplacar eso que llaman “el morbo de la tragedia” me produjo deseos de devolver los ejemplares y recuperar mis 3 soles 50. Ya era tarde y ahora no me queda sino darle mejor uso a ese áspero papel…
Es Justo.

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